Diferentes enfoques, marcos y modelos de gestión de territorios han sido ensayados en las últimas décadas para el manejo y la conservación de recursos forestales y naturales1 , así como para abordar desafíos globales como el cambio climático. Para su aplicación, todos ellos necesitan trabajar bajo las condiciones específicas de cada territorio, las mismas que abarcan sus características biofísicas, económicas, sociales y políticas, así como los medios de vida que las familias realizan, la forma en la que se desarrollan los procesos de toma de decisiones y las condiciones de gobernanza. El concepto de Bosque Modelo (BM) es uno de estos marcos, entendido como un proceso social en el que una diversidad de actores clave buscan el desarrollo sustentable de un territorio (RIABM 2014). Comúnmente, estos territorios comprenden un mosaico de usos, tenencias de la tierra y medios de vida, que van desde los agrícolas, pecuarios, forestales, turísticos y de conservación, en los que los recursos forestales constituyen un punto de partida para la construcción del proceso participativo. Los BM trabajan bajo un marco general de principios, criterios e indicadores que sirven para orientar y al mismo tiempo evaluar el avance de cada uno en el cumplimiento de sus objetivos, visión y misión (RIABM 2014). Alrededor del mundo están organizados en redes regionales, como la Red Latinoamericana de Bosques Modelo (RLABM). Siendo que los BM son un proceso participativo de toma de decisiones, se considera fundamental tener pleno entendimiento de las condiciones que enmarcan los procesos de gobernanza de cada uno en su territorio, de modo que se puedan idear las estrategias necesarias y adecuadas para la consecución de sus objetivos, con la participación activa y equitativa de los actores clave.

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